Nuestra Historia

Ella miraba por el gran ventanal del local hacia ninguna parte, absorta en sus propios pensamientos mientras un sinfín de notas inundan el ambiente; sonrisas cómplices, conversaciones profundas, tintineos de copas…

Sin previo aviso tres percusiones de madera rompen el hechizo en el que ella se encuentra. Suena el contrabajo haciéndose el protagonista, seguido entra el saxo en la melodía y una voz rasgada pero suave.

La sala se silencia y entra en un hechizo mientras el piano dinamiza la melodía.

La mirada atenta de ella llena de complacencia pasa de nuevo a su acompañante sin dejar de prestar atención a la actuación. Él disfruta del momento, de la música y de los estimulantes aromas de la cocina en vivo.

Una suave cortina de vapor surge tras la cantante de jazz cuando el chef lanza sus ingredientes a la plancha e inunda el momento con misterio y deseo.Jengibre, canela, anís estrellado; aromas familiares, otros inquietantes; imposibles de identificar y de olvidar. Recuerdos nuevos e intensos se crean, todos ellos ocultos tras la tenue luz que les rodea…

Él la observa y saborea el cóctel. Ella se levanta distraídamente con ese aire fresco y vital de quien se siente completo. Él sonríe. Muy atento, la sigue con la mirada tan obnubilado y eclipsado como la primera vez que la vio. Mientras, ella se aleja, y su silueta se difumina entre el sutil ambiente del local.

Ella baja las escaleras y nota que se sumerge en otro mundo. Un mundo verde.

Murales pintados con acuarelas en las paredes representan lugares remotos, animales exóticos, palmeras de hojas inmensas y perfectas. La vegetación exuberante se refleja en innumerables espejos llenando de profundidad y amplitud la estancia.

Y entre tanta vegetación se destaca el dibujo de una dama que sujeta un paraguas estampado y que enfoca su mirada en una pequeña enredadera rodeada de flores que recorre una palanca cobriza.

Ella acaricia la imagen tiernamente hasta llegar a tocar el frío metal. Acciona suavemente la palanca haciendo brotar, a través del caño gastado, un hilo de agua tibia como el aliento de un susurro.

Acerca la mano al recipiente color ámbar que se encuentra al lado y presiona. Nota la nuez de jabón transparente en su palma. Frota suavemente, cierra los ojos y siente cómo su mente se evade acompañada por el cedro, el romero y la lavanda.

Termina de quitar la suave espuma de sus manos con mimo y atención alargando un poco más el momento, y justo antes de salir ve el otro recipiente.

Curiosa presiona el botón, extiende una diminuta perla de crema avainillada por sus manos. La textura la reconforta, y mientras sube de nuevo las escaleras para dirigirse de nuevo a la mesa donde la espera su acompañante, un aroma cítrico la envuelve y se graba en su memoria. Lo deja anclado en ese sitio donde se quedan los pequeños momentos de la vida que perduran.

Ella llega sutilmente a la mesa y le presta su mano con aire indolente; la esencia sublime que desprende su mano y la textura sedosa de su piel hacen que el deseo de él se dispare; ese deseo de querer saber más, de seguir ese hilo casi imperceptible que, solo a veces, se deja ver y puede llevarte a lugares con los que soñaste. Él la mira y comprende que algo ha cambiado, algo que llega como llegan las cosas importantes de la vida, para quedarse.